Vivencia

VIVENCIA

No hace mucho tiempo, el servicio militar, llamado coloquialmente “la mili”, era obligatorio y, como decían las propias Ordenanzas, no era un camino de rosas (sobre todo para la tropa), por lo que todo aquel que podía alegar algún motivo para librarse de ella lo utilizaba.

Y dicho esto, me viene a la memoria un episodio ocurrido hacia el año 1949 en la base militar del campo de aviación de Málaga, que entonces se llamaba El Rompedizo. Una historia de los “gurripatos”, nombre con el que los malagueños llamaban cariñosamente a los soldados de aviación, aludiendo a los polluelos de los gorriones.

En aquel año hubo dos de los gurripatos que ingresaron como enfermos en el Hospital Psiquiátrico San José. Allí estaban rebajados de los servicios y no pernoctaban con el resto de la tropa pero sí pudían cobrar mensualmente la paga o soldada que el ejercito asignaba a cada soldado (50 céntimos diarios llamados “las sobras”) previo descuento de valor de las cajetillas de tabaco que igualmente les correspondiera.

Pasado algún tiempo, el Hospital consideró que uno de los soldados había mejorado lo suficiente y propusieron su incorporación al cuartel donde realizaría trabajos necesarios, pero no serían servicios de armas. De manera que se incorporó al equipo de cocina.

Un día, mejor dicho una tarde-noche, la escuadra que hacía el relevo de los centinelas del último turno de día escuchó unos extraños golpes que provenian de la cocina. El oficial de guardia fué a inspeccionar qué era lo que los producía y encontró al protagonista de esta historia agujereando con un clavo y un martillo el fondo de los platos, que eran de aluminio, y argumentó que lo hacía para que saliera el agua que por las mañanas siempre encontraba en el fondo de cada plato.

REFLEXIÓN:

¿Se equivocaron al darle de alta?

¿Se equivocó el soldado al pensar en horadar los platos?

¿Se equivocó la tropa al no seguir el comportamiento del soldado?

¿Nadie se equivocó?

¿Habría sido un objetor de conciencia si hubiera tenido la ocasión para serlo?

 

Un saludo desde Málaga.

Antonio