PLEASANTVILLE 1998


Gaseta Publicitària de Sabadell.
Any III; Núm. 060; 11 al 17 de febrer de 1999.
PLEASANTVILLE
Más allá del Arco Iris

        A la ópera prima del guionista Gary Ross le preceden éxitos del calibre de Big o la menos ponderada Dave, presidente por un día. En estos guiones, Ross describía a unos personajes cuyas acciones, marcadas por la vitalidad y cierta benévola inconsciencia de sus caracteres, desafiaban las convenciones y los temores de una sociedad domesticada por el conformismo, sometida a unas reglas inhibidoras de las emociones y el libre albedrío de sus integrantes.

Al igual que la televisión era uno de los temas centrales de El Show de Truman de Peter Weir, Pleasantville reflexiona sobre la relación adictiva y la visión deformante entre el individuo, su entorno y el universo catódico donde se refugia de una realidad siempre dolorosa y hostil. La película simula la puesta en escena y está construida con el mismo tono, amable y distendido, que la “sitcom” de los años 50 a la que da nombre, representación de un mundo perfecto donde todas las tramas tienen solución, porque todos saben quiénes son, cómo se llaman, a dónde pertenecen y cual es su sitio. De tratarse de un proyecto destinado para la televisión en lugar de para el cine, Pleasantville se asemejaría a un episodio de la mítica serie de Rod Serling “The Twilight Zone”.

        Esta fábula en color y blanco y negro sucede en la época más idílica e inocente de una América que pronto perdería su virginidad, abocada al desencanto y al despertar de una forzada madurez. David y su hermana Jenny despertarán a la vida, igual que Pleasantville, al ser abducidos por el espejo deformante de la “caja tonta”, a merced de un enigmático técnico de T.V. (los noctámbulos recordarán al veterano Don Knotts, uno de los rostros de “El Show de Steve Allen” resucitado en las madrugadas de La2 hace un lustro). Su incursión en la apacible población, ajena a los avatares del destino y habitada por unos arquetipos de vida literalmente gris y monótona, perturbará el orden social y moral del “american way of life”.

El uso del color es, primero, una metáfora sobre las emociones, encarnadas en el descubrimiento – placer del sexo, la lectura y el arte, para devenir en consciencia de uno mismo y del deseo; después, desata la xenofobia, pues antes el blanco y negro maquillaba a los ciudadanos de Pleasantville de ejemplares. Como otros colegas, Ross pone, afortunadamente, la técnica al servicio del cine.

 

Abel S. Conte

 

Ficha: Pleasantville. EE. UU. 1998. Director y Guión: Gary Ross. Productor: J. Kilik, Robert J. Degus, Steven Soderbergh y Gary Ross. Fotografía: John Lindley. Música: Randy Newman. Intérpretes: Tobey Maguire, Jeff Daniels, Joan Allen, William H. Macy.